Luisa María Cardozo
20191260016
Análisis
en torno a la política y al poder
Con
la visión aristotélica acerca del origen del Estado, que parte de la idea de
que cada ser esta destinado a desempeñar una única tarea en el mundo, se comienzan
a generar relaciones de poder diseñadas para mantener un orden social. Para Aristóteles
un Estado era un conglomerado de comunidades, que a su vez estaban conformadas
por diferentes núcleos familiares; en el interior de estos últimos ya se
gestaban jerarquías que ubicaban al hombre como máxima expresión de la razón y
el poderío, mientras que la mujer y el esclavo se encontraban relegados a la
voluntad este.
De
esta forma el poder y la jerarquía, que nacen en la familia, tienen su máxima expresión
en el aparato del estado que se propondría reprimir todo lo que lo amenazara,
por medio de la creación de instituciones e ideologías, que reafirmaran y
perpetuaran su poderío.
Como
consecuencia de esto se crea un sistema represor, contra el cual el pueblo ha
tratado de revelarse en diferentes ocasiones, sin conseguirlo realmente. Para
Foucault el problema radica en que, a pesar de luchar por un cambio radical en
el funcionamiento de la sociedad y del estado, nos seguimos acogiendo a los
mismos mecanismos de participación y judicialización que maneja el gobernamiento
burgués.
Un
ejemplo de la conservación de estos mecanismos es la aparente necesidad de
escoger representantes o jueces que actúen en nombre del pueblo; estos al no
poder ser intermediarios completamente objetivos,
provocan disconformidades que terminan fragmentando
a las masas, quitándoles todo el poder y libertad que habían adquirido. De esta
forma, el poder del pueblo se inestabiliza y se vuelve susceptible para que la
burguesía retome el control, reforzando los mecanismos e instituciones para
mantener al pueblo en disputa.
Este
sistema de “representantes” también tiene la falencia de tratar al pueblo como
ignorante; dar por sentado que no puede, ni debe participar en las decisiones de
estado porque no tiene la capacidad de entender su magnitud. Actualmente esta
idea se ha reforzado hasta tal punto que el pueblo mismo se cree incapaz de
participar activamente en las decisiones de gobierno, y muchas veces no se
interesa en hacerlo.
El
olvidar nuestro poder como masa nos ha convertido en seres egoístas y con falta
de visión, causó que aquello que inicio como una revolución, que prometía una
oportunidad de arrancar de raíz un sistema que por siglos nos estuvo
reprimiendo y utilizando como un simple instrumento de perpetuación del poder,
terminara en un simple ejercicio delegativo. Nos faltó creatividad para generar
nuevos mecanismos normativos e impartir justicia, perdimos nuestra oportunidad
y con ella nuestra libertad. Cada vez nos importaron menos las decisiones que
tomaron y se siguen tomando en nuestro nombre, y en algún punto olvidaremos que
teníamos voz.
Lo
anterior solo demuestra la fuerte influencia que tiene la burguesía sobre el
pueblo, incluso cuando este intenta revelarse en su contra. Con cada intento de
revolución, esta ha mutado para volverse mas fuerte, mas inteligente y, por
ende, mucho más difícil de derrotar. Además de esto, cuenta con una de las
armas más poderosas: la división de masas.
Después
de la revolución proletaria quedo claro que ya no podría seguir reprimiendo
directamente al pueblo, debía idear una nueva estrategia para mantenerlo sublevado.
La burguesía comenzó a introducir una nueva idea de libertad que no funcionaba
desde un punto de vista colectivo, no era una libertad de masas, era una “libertad
del sujeto”, la misma a la que Foucault se refería como libertad “humanista”. Debía
existir una ruptura de la condición de individuo (viéndolo como una parte de un
todo indivisible) para dar paso a la condición de sujeto (entendiéndolo como
aquel que está sometido, que depende de algo para sobrevivir). En este caso la
libertad funciona como una pantalla de humo, se esta tan preocupado por si
mismo que deja de interesar lo que ocurre alrededor: es una libertad
subordinada.
Pero
además de la división popular, la burguesía cuenta con otros métodos para
evitar una insurrección. Uno de ellos, como ya se mencionó, son las
instituciones que replican las ideologías y valores represores; una de ellas es
la escuela. En esta institución, se enseña al futuro proletario solo lo que se
considera “necesario” dentro de los intereses de la burguesía. Foucault enfatiza
en este hecho dando un ejemplo de como se enseña la historia de forma fragmentada:
se exaltan los conflictos dentro de la burguesía, se minimizan las luchas
sociales y cualquier vestigio de la historia que pueda incitar un sentimiento
de rebelión; se parte de las luchas del pasado y no se habla de problemas contemporáneos;
nunca se habla de lo que causo una ruptura de una época a otra, etc. Otro
ejemplo de manipulación de la perspectiva histórica es cuando se habla del “descubrimiento
de América”, que en realidad fue el inicio de lo que seria una masacre, una
completa destrucción de nuestra cultura y civilización que ya nunca se podrá recuperar.
De todo lo que se ha
mencionado, se puede concluir que las grandes oportunidades de una verdadera revolución
ya pasaron y que actualmente, la única forma de recuperarlas es por medio de la
ruptura de la idea de libertad pensada desde el punto de vista del sujeto. Pero
salir de este largo ensoñamiento no será sencillo, no será algo lento y
progresivo; tendrá que ocurrir algo significativo para que volvamos a pensar de
forma colectiva, no como un conjunto o cumulo de sujetos diferentes entre sí, sino
como un todo indivisible, que comparta un objetivo en común y que además tenga una
visión. Sin este último elemento volverá la confusión, la desestabilidad y
vulnerabilidad que solo daría paso a una nueva mutación del gobernamiento burgués.
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