sábado, 8 de febrero de 2020

Conversatorio: Ley 30 de 1992


Conversatorio: Ley 30 de 1992

Dentro de la coyuntura de paro de la universidad distrital, se discutió acerca de la ley 30 de 1992 que regula todo lo que concierne a la educación superior y sobre las consecuencias que esta ley ha tenido en asuntos claves como la autonomía universitaria y el presupuesto otorgado a las universidades públicas. Ademas de esto, realizar un conversatorio respecto a esta ley nos da la oportunidad entender los problemas de gobernabilidad en la universidad distrital y la urgencia de la implementación de la asamblea universitaria.

El primer punto clave para entender el trasfondo de esta ley, es la inversión del sector privado a la educación pública. Este hecho plantea una pregunta muy importante acerca de que espera este sector a cambio de su financiación a la educación superior; si un empresario invierte, ¿qué es lo que espera como ganancia? Claramente se pretende aumentar los programas que beneficien a las empresas (como las ingenierías y los tecnólogos) o que incrementen la mano de obra, mientras que el área de las ciencias humanas y las licenciaturas serán desfinanciadas por no convenirle a dicho sector: se necesita conocimiento practico, no crítico. De igual forma, las investigaciones universitarias también se ven afectadas ya que necesitan del sector privado para obtener los recursos para llevarse a cabo pero al mismo tiempo se ven limitadas, pues su enfoque debe responder a los intereses de dichas empresas.

Debido a la falta de recursos estos programas se ven en la obligación de autofinanciarse, subiendo los costos de las matriculas y haciéndolas inaccesibles para la mayoría de la población; este es solo uno de los elementos que hacen que, en el marco de esta ley, la educación se convierta en un servicio y no en un derecho fundamental.  

Por otra parte, respecto al tema de la autonomía universitaria se presenta la problemática de que el ministerio de educación, dentro del marco de la ley 30, le otorga todo el poder al organismo ejecutivo sin ningún tipo de vigilancia del sector judicial. Ademas se instaura el Consejo Nacional de Educación Superior (CESU) para regular las políticas y administrar las universidades públicas. El problema con este estamento es que esta conformado en su gran mayoría por agentes externos a las universidades que toman las decisiones por esta, sin contar con una amplia de representación de estudiantes y maestros.

Es importante señalar que, en el 2011, durante el periodo presidencial de Santos se pretendía reformar la ley 30 de tal forma que la financiación y el acceso a la universidad fueran aun mas dificiles. Esta reforma pudo detenerse gracias a la lucha de mas de 32 universidades publicas en todo el país que exigieron que se detuviera y que se dieran garantías para la construcción democrática de un nuevo proyecto. Luego de conseguir frenar la reforma se levanta el paro, pero la Mesa Amplia Nacional de Estudiantes (MANE) lo vende, y el Ministerio de Educación niega la participación democrática afirmando que el único estamento que puede construir el nuevo proyecto es el CESU.

Justo aquí es cuando entra la lucha de la Universidad Distrital por la aprobación de la asamblea universitaria, estamento que le permitirá a la universidad participar y ser un elemento clave en la creación de políticas que regulen y garanticen la autonomía y el bienestar universitario, evitando, entre otras cosas, que casos tan grandes de corrupción como el que se destapó el año pasado vuelvan a ocurrir. Con la lucha estudiantil y el apoyo de muchos maestros logramos la aprobación de la asamblea, pero aun queda mucho trabajo por hacer. Hay que comprometernos realmente con lo que hemos ganado, participar, informarnos y estar atentos a todos los espacios de deliberación y participación por los que hemos luchado.

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